San Basilio anima así a los pecadores: “No
desconfíes, pecador; recurre en todas tus necesidades a María; llámala en tu
socorro, que la encontrarás siempre preparada a socorrerte, porque es voluntad
de Dios que nos auxilie en todas las necesidades. Esta madre de misericordia
tiene tal deseo de salvar a los pecadores más perdidos, que ella misma los va
buscando para auxiliarlos; y si acuden a ella encuentra muy bien el modo de
hacerlos queridos de Dios”.
Deseando Isaac comer un plato de venado, le
pidió a Esaú que se lo cazara y que luego le daría su bendición. Queriendo
Rebeca que la bendición del patriarca recayera sobre su otro hijo, Jacob, le
dijo: “Anda, hijo mío, al ganado y tráeme dos de los mejores cabritos, para que
yo los guise para tu padre del modo que le gusta”
(Gn 27, 9). Dice san Antonio que Rebeca fue
figura de María que dice a los ángeles: “Traedme pecadores (figurados los
cabritillas), que yo los prepararé de manera (con el dolor y el propósito) que
sean agradables y queridos para mi Señor”. Y el abad Francón, siguiendo la
misma metáfora, dice que María de tal modo adereza a estos cabritillos, que no
sólo igualan, sino que a veces superan el sabor de los venados.
Reveló la santísima Virgen a santa Brígida
que no hay pecador tan enemigo de Dios que si recurre a ella y la invoca en su
ayuda no vuelva a Dios y recupere su gracia. La misma santa un día oyó a Jesús
que decía a su Madre que hasta sería capaz de obtener la divina gracia para
Lucifer si él pudiera humillarse a pedir su ayuda. Aquel espíritu soberbio
jamás será humilde como para implorar la protección de María, pero si (por un
imposible) se abajase a pedírsela, María, con sus plegarias, tendría la piedad
y el poder de obtenerle de Dios el perdón y la salvación. Mas lo que es
imposible que suceda con el demonio, sucede perfectamente con los pecadores que
acuden a esta madre de piedad.
El arca de Noé fue figura de María, porque
así como en ella encuentran refugio todos los animales, así, bajo el manto de
la protección de María, se resguardan todos los pecadores, que por sus vicios y
deshonestidades son semejantes a los brutos animales. Pero con esta diferencia,
dice un autor: que entraron animales en el arca, y del arca animales salieron.
El lobo quedó lobo, y el tigre, tigre. Pero bajo la protección de María el lobo
se convierte en cordero y el tigre se vuelve paloma. Santa Gertrudis vio a
María con el manto extendido, bajo el cual se refugiaban fieras diversas, como
leopardos, osos y leones; y vio que la Virgen no sólo no los ahuyentaba, sino
que, por el contrario, con su bondadosa mano dulcemente los acogía y los
acariciaba. Y comprendió la santa que esas fieras representaban a los pobres
pecadores que recurren a María y que ella los acoge con dulzura y amor.
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