Decía un anciano: «Si uno da una orden a hermano con humildad y temor de Dios, esta palabra pronunciada por amor de Dios dispone al hermano a someterse y a hacer lo mandado. Pero si uno da una orden a un hermano sin temor de Dios, sino para hacer sentir su autoridad y como manifestando su dominio, Dios, que ve los secretos del corazón, no permite que el hermano entienda y haga lo que se le manda. Porque aparece muy claro cuando algo se manda por amor de Dios, y cuando se manda de manera autoritaria por propia voluntad. Lo que es de Dios se manda con humildad y en forma de ruego. Lo que se manda con dominio, con irritación y brusquedad, procede del maligno».
Comentarios
Publicar un comentario