Empapa mi corazón en tu bondad; rocíame con la lluvia suave de tu ternura;
deja caer tu amor sobre mí como rocío de la mañana; y abre mis labios para que te cante con labios jubilosos.
En las noches, pienso en ti; y mi corazón hace camino hacia la luz de tu mirada; tú llenas mi noche, tú das sentido a mi existencia, y eres para mí como amigo bueno que me acompaña.
Por ti vigilo; por ti mi corazón no duerme; por ti estoy como centinela esperando tu llegada; por ti mi corazón vuela hasta tocar tu rostro; por ti mi alma se aprieta contra ti, buscándote en mi alma.
Líbrame, Señor, de los ídolos que gritan: mercancías, baratijas, saldos viejos, hojarasca;
líbrame, de los dioses que disputan mi existencia y que buscan manipular mi vida y deshacerla en sus garras.
Oh Dios, mi corazón te busca, fascinado, porque sólo en ti hay respuesta; te busco, porque las cosas que encontré son para mí nada ante ti. Tengo sed de ti, de tu pan y de tu palabra; de comunión con tu Iglesia; de la fuerza de tu Espíritu.
Te busco, con mi comunidad; con los hermanos que caminan conmigo como amigos; te busco, y sé que estás presente entre nosotros, y vivo en tu palabra.
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