Rocíanos con el agua pura de tu amor y seremos limpios;
lávanos en la sangre de tu cruz y quedaremos más blancos que la nieve.
Miras nuestra tristeza… y ¡nos devuelves el gozo y la alegría!, ¡haces que salten de gozo las fibras de nuestro corazón!.
No te acuerdas más de nuestros fallos, tú que eres bueno; líbranos cada día de caer en la red de la tiniebla.
Crea en nosotros, Señor, un corazón puro y sincero; fortalécenos por dentro con la fuerza de tu Espíritu.
Limpia nuestro corazón para que podamos ver tu rostro, y danos un corazón de niño para que nos alegremos contigo.
Devuélvenos, en tu misericordia, la alegría de tu salvación, y abre nuestros corazones a un amor sin fronteras.
Queremos proclamar lo que tú has hecho con nosotros, para que todos se acerquen a saborear la ternura de tus manos.
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