Cuando la crisis me aprieta y me siento desesperado; cuando la prueba me golpea y me siento cansado y solo; cuando la soledad y el absurdo llaman a mi puerta,
en medio de mi agitación y confusión, de nuevo estás tú, ¡amándome!.
¡Qué alegría, Padre Dios, y qué seguridad, saber que Tú estás conmigo, que Tú estás en mí,
acompañándome siempre y ofreciéndome siempre tu amor!.
¿A dónde iré, Señor, que pueda alejarme de ti y no verte?
¿A dónde huiré y dejaré a mis espaldas tu rostro?
¿A dónde caminaré que no encuentre tus huellas en el camino?
Donde quiera que vaya, allí, donde yo llego, estás tú, ¡amándome!.
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