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¡Qué alegría, Padre Dios, y qué seguridad, saber que Tú estás conmigo, que Tú estás en mí,
acompañándome siempre y ofreciéndome siempre tu amor!.
Si en alas de la aurora cabalgo y cruzo mares; si corro y huyo de mí mismo;
si me meto en la tiniebla y apago la luz para no verte, aun ahí, en medio del pecado... otra vez estás tú, ¡para amarme!.
¡Qué alegría, Padre Dios, y qué seguridad, saber que Tú estás conmigo, que Tú estás en mí,
acompañándome siempre y ofreciéndome siempre tu amor!.
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