(del Cardenal Richard Cushing)
Dios Todopoderoso y Eterno, mira con amor el rostro de tu Hijo y por
amor a Él, que es el Sumo Sacerdote, ten misericordia de tus
sacerdotes. Acuérdate, ¡oh! compasivo Señor, que ellos son sino
frágiles y débiles seres humanos. Renueva en ellos el don de la vocación
que de modo admirable se consolidó por la imposición de las manos de
tus obispos. Mantenlos siempre cerca de ti. No permitas que el
enemigo los venza, para que nunca se hagan partícipes de la más
mínima falta contra el honor de tan sublime vocación.
Señor Jesús, te pido por tus fieles y fervorosos sacerdotes así como por
los sacerdotes infieles y tibios; por los que trabajan en su propia tierra o
los que te sirven lejos, en lugares o misiones distantes; por tus
sacerdotes tentados, por los que sienten la soledad, el tedio o el
cansancio; por los sacerdotes jóvenes y por los ancianos, o aquellos que están a punto de morir, así como por las almas de los que están en el Purgatorio.
Pero sobre todo, te encomiendo a los sacerdotes que más aprecio; el
que me bautizó y los que me han absuelto de mis pecados; aquellos a
cuyas misas he asistido y me han dado Tu Cuerpo y Sangre en la
Comunión; los sacerdotes que me han aconsejado, me han consolado o
animado y aquellos a quienes de alguna forma les estoy en deuda.
¡Oh Jesús!, mantenlos a todos cerca de tu Corazón y bendícelos
abundantemente en el tiempo y en la eternidad. AMÉN.
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