«Existe una tristeza útil y una tristeza dañosa. La útil nos hace llorar nuestros pecados y las debilidades de nuestro prójimo para que no desfallezcamos en nuestro deseo de perfección. Este es el carácter de nuestra verdadera tristeza. Existe otra tristeza que viene del enemigo. Este nos inspira, sin motivo alguno, una tristeza que llaman tedio. Hay que echar fuera este espíritu con oraciones y salmos frecuentes».
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