Me basta que Dios sea Dios,

 


que su bondad sea infinita, que su perfección sea inmensa; que viva yo o que muera poco importa para mí, pues mi amado vive una vida triunfal eternamente. La misma muerte no puede entristecer al corazón que sabe que su soberano amor vive. Bástale al alma que ama que aquel a quien ama más que a sí misma esté colmado de bienes eternos, pues vive más en el que ama que en el que anima, y ya no es ella la que vive, sino su amado en ella.

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