santa Hildegarda vio en una visión:
un monstruo que se mostraba con aspecto de hombre. Tenía pelo crespo y negro y rostro de fuego. Vestía una capa de muchos colores con aperturas en los hombros, por los que hacía pasar los brazos. Con el brazo izquierdo sujetaba un hacha que apretaba fuertemente hacia sí. En su locura él cortaba sus manos repetidamente con este hacha, de modo que su ropa estaba empapada de sangre. Y dijo:
PALABRAS DEL DEMONIO DE IRA:
“No puedo sostener ni soportar esta sobrecarga, porque alguien puede sacudir su manto y luego cargarme con ello, como se carga un costal a una burra a la que sigue su cría.
Mientras respire y viva, no permitiré que nadie me golpee con la locura de su voluntad. Impediré a todos que me aplasten como se pisa la suciedad de la tierra. Por el contrario, les devolveré una ofensa mucho mayor que la que puedan hacerme. Nunca me siento cansado causándoles molestias y ofensas para que ellos se ofendan en su corazón”.
RESPUESTA
DE LA PAZ
Y de nuevo, oí una voz de la citada nube tempestuosa que contestaba a esta imagen, diciendo: “Oh áspero y encendido ardor del ultraje, tú eres crimen sangriento y dientes que trituran, engendras variedad de injurias con tal de esparcir sangre, y según tu voluntad quieres abrirte paso en cualquier lugar que te plazca. En tu boca llevas una gran crueldad con la que logras debilitar muchísimo, y deshonras a los que profesan la mansedumbre. En efecto, destruyes los buenos propósitos y los ánimos tranquilos, y con tus engaños decretas su fin. En ninguna circunstancia encuentras una morada de paz, ni la deseas, ni la quieres; por el contrario, te escondes como una serpiente en una cueva y con tus golpes hieres a todos. Eres parecida a un nido de gusanos que a menudo procuran la muerte a los hombres. Por tanto eres sombra de muerte, pésimo veneno y rápida perdición de los hombres.
Yo, en cambio, soy medicina para todo, ungüento para los que persigues y cura para los que hieres. No estimo para nada las guerras injustas y la inclinación a la disputa eterna.
Soy un monte de mirra, de incienso y de todos los demás aromas. Soy un pilar de nube sobre la montaña más alta porque atraigo todos los bienes y sobre todos los cielos prosigo mi camino. Por eso también pasaré por encima de tí, seguiré perjudicándote sin tregua y no te concederé ningún sosiego”.
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