Oh, Jesús, en tu amarga
pasión fuiste el “reproche de los hombres y el hombre de tristeza.” Venero Tu
divino rostro.
Una vez resplandeció con
la belleza y dulzura de tu Divinidad. Por mi bien, se ha convertido en la cara
de un leproso. Sin embargo, en esas facciones tan desfiguradas, reconozco Tu
Amor infinito, y anhelo amarte y hacerte amar por toda la humanidad. Las
lágrimas que salen abundantes de tus ojos, son para mí perlas preciosas que con
amor recojo. Que con su infinito valor pueda obtener las almas de pobres
pecadores.
Oh Jesús, cuya cara es la
belleza total que ilumina mi corazón, tal vez no tenga aquí en esta tierra, la
dulzura de contemplarte o de sentir el amor infinito en tus besos. Eso lo
acepto, pero te pido que imprimas en mí tu divino parecido, y te imploro que me llenes con tanto amor que
me consuma. Concédeme la dicha de contemplar Tu gloriosa faz en el Cielo! Amén.
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