Uno contó: «Tres amigos, llenos de celo, se hicieron monjes. Uno de ellos eligió reconciliar a los que tenían pleitos, según lo que esta escrito: "Bienaventurados los que buscan la paz" (Mat 59). El segundo se propuso visitar a los enfermos. El tercero se fue a poner en práctica de Apartarse en la soledad. El primero, agotándose entre los pleitos de los hombres, no podía pacificar a todos. Desalentado se fue donde el que ayudaba a los enfermos y lo encontró también desanimado, incapa2 de cumplir el mandamiento divino. De común acuerdo fueron al encuentro del que se había retirado al desierto, y le contaron sus tribulaciones y le rogaron que les dijera a qué situación había llegado. Este quedó un momento en silencio, y llenando una copa de agua les dijo: «Mirad este agua»; estaba turbia. Y poco después añadió: «Mirad ahora cómo se ha vuelto transparente». Se inclinaron sobre el agua y vieron en ella su rostro como un espejo. Y les dijo: «Esto sucede al que mora en medio de los hombres: el desorden no le permite ver sus pecados, pero sí recurre a la hesyquia, sobre todo en el desierto, descubrirá sus pecados».
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