Virgen María es fundamental en los casos de exorcismos

 


Todos los exorcistas, sin excepción, hablan en sus libros por experiencia propia que acudir a la Virgen María es fundamental en los casos de exorcismos, especialmente en los más difíciles. El poder de María sobre el demonio viene desde antiguo. Por eso, el Génesis 3,15 dice: Ella te aplastará la cabeza. Algunos teólogos dicen que la rebelión contra Dios fue, precisamente, por tener que aceptar a Jesús como Dios, siendo a la vez hombre y, sobre todo, por tener que ser menos que María, una simple criatura humana, inferior a ellos en naturaleza. De hecho, María es el terror de los demonios y basta pronunciar su nombre, con el de Jesús, para que huyan despavoridos. Cuando se reza el rosario, se manifiestan con violencia, como si les hicieran un gran daño. Por ello, normalmente, en todos los exorcismos se acostumbra a comenzar con el rezo del rosario. 

 

 Un caso interesante. En marzo de l978 yo era una bella joven, llena de vida y de sueños, pero un día empecé a perder por ratos el habla, el oído y la vista, mientras sufría fuertes dolores de cabeza. Sólo encontraba placer en arrancarme los pelos, porque sentía como si la cabeza se me partiera en dos. Sentía frío desde la punta de los pies hasta el corazón y después disminuía. Sabía que, si hubiera subido más arriba del corazón, hubiera muerto. En la noche, al ir a dormir, sentía una gran angustia. Era una lucha contra un enemigo invisible poderosísimo, que me miraba y estaba a mi alrededor. Aquel enemigo me agarraba la garganta hasta casi sofocarme y no podía dormir. Cuando entraba en una iglesia, aquel ser me provocaba una sensación de angustia. Yo entraba, haciéndome fuerza y agarrando fuertemente una cruz, que llevaba sobre mí. 

Cuando llegaba el momento de la comunión, se me cerraban los labios y, después de pasar la hostia, tenía la sensación de que un pedazo de plomo pesado y ardiente me quemaba las entrañas. 

 

Mis padres gastaron casi todo su dinero en médicos. Visité varios hospitales de Firenze, Roma y Milán. Una semana en una clínica neurológica de Lyon costó ocho millones de liras para que al fin me dijeran que era una bella joven, sanísima, que tenía toda la vida por delante y que quizás todo se debía a una desilusión amorosa. Me dijeron: “Si no puede dormir, tome una buena dosis de Tavor, porque no tiene nada”. Todos decían que estaba sanísima. Y yo les decía: “Tengo muchos momentos en que no veo, ni siento, ni puedo hablar y se me paraliza todo el cuerpo y siento que me sube el frío hasta el corazón. No puedo estudiar ni trabajar, ni conducir el coche, ni ir en bicicleta, y siempre debo estar con alguien que me acompañe. Era como un cadáver ambulante”. 

 


Por fin, tuve el valor de escribir al padre Amorth, exorcista, quien no podía recibirme por tener muchos días ocupado ya con citas previas, pero me dio buenos consejos. Por fin, una noche de noviembre de 1982, una de las peores de mi vida, le pedí a mi madre un pañuelo mojado con agua de Lourdes. Me lo puso en la cabeza, que me dolía mucho y sentí un gran fuego por dentro. Me tuvieron que llevar de emergencia al hospital. Entendí que debía ir a Lourdes y en 24 horas viajé con mi madre. Llegada al santuario, hacía frío. Llegué descalza a la gruta, como le había prometido a la Virgen. Entré en el agua helada de la piscina para enfermos y sentí en ese momento que algo explotaba dentro de mí y comencé a llorar. Al regresar a mi casa, pude dormir en mi cama sin problemas y, desde ese día, comencé a estar mejor. La noche del 12 al 13 de septiembre de 1983 soñé que la Virgen me decía: “Tú que has sufrido tanto, has rezado mucho”. El nudo que parecía que me ataba el cerebro, se desató y se acabaron todos mis males. Comencé a trabajar en una empresa y hasta hoy todo está bien. Cada año paso la noche del 12 al 13 de septiembre en oración y mando celebrar una misa de agradecimiento a la Virgen. No será suficiente toda mi vida para agradecérselo  . 


Comentarios