A la
confianza debes unir la perseverancia en la oración. Sólo quien persevera en pedir, buscar y llamar,
recibirá, encontrará y entrará. No obstante pedir a Dios una gracia durante un
mes, un año, diez o veinte: no debes cansarte, sino pedir hasta la muerte y
estar resuelto a obtener lo que pides al Señor para la salvación o a morir. Más
aún, es preciso unir la muerte con la perseverancia en la oración y la
confianza en Dios y repetir con Job: No
importa que me quite la vida (Job 13,15): seguiré esperando en El y de El
cuanto le pido.
Persevera, pues, en pedir a Dios, mediante el Santo Rosario, todas las gracias espirituales y corporales que necesitas, especialmente la divina Sabiduría, que es un tesoro infinito (Sab 7,14). Tarde o temprano, la obtendrás infaliblemente, con tal que no abandones el Rosario ni te desanimes a medio camino.
Te queda aún
largo camino (1 Re 19,17). Sí, aún te queda mucho por andar, muchas
adversidades por atravesar, muchas dificultades por superar, muchos enemigos
por vencer. Te faltan muchos Padrenuestros y Avemarías para alcanzar el paraíso
y ganar la hermosísima corona que espera a todo fiel cofrade del Rosario.
No sea que alguien te arrebate el premio (Apoc 3,11). Pon mucho cuidado en que otro más fiel que tú en rezar bien y diariamente el Rosario, no te arrebate la corona. Esa que constituye tu premio.
Dios te la había preparado y la tenías casi ganada con los rosarios
bien rezados. Pero por haberte detenido en el hermoso camino por el que
avanzabas tan de prisa –Habías empezado
bien la carrera (Gal 5,7)– otro pasó adelante; sí, otro más diligente y
fiel adquirió y ganó con sus rosarios y buenas obras lo que necesitaba para
comprar esa corona. ¿Quien, pues, te
cortó el camino (Gal 5,7), hacia la conquista de tu corona? ¡Ah! ¡Los
enemigos del Santo Rosario que son muchos!
¡Créeme! Sólo alcanzarán esa
corona los valerosos que la arrebatan por la fuerza . Tales
coronas no son para los cobardes, que temen las burlas y amenazas del mundo. Ni
para los perezosos y holgazanes, que rezan el Rosario con negligencia, a la
carrera, por rutina o a intervalos y según su capricho. Ni para los cobardes
que se descorazonan y rinden las armas tan pronto ven a todo el infierno
desencadenado contra su Rosario.
Si quieres, amado del Rosario, matricularte al servicio de Jesús y María rezando el
Rosario todos los días, prepárate para la tentación: Hijo mío, si te decides a servir al Señor, prepara tu alma para la
prueba. ¡No te hagas ilusiones! Los herejes, los libertinos, las
“gentes de bien” según el mundo, los falsos profetas, en sintonía
con tu naturaleza corrompida y los poderes infernales, te harán una guerra sin
cuartel para obligarte a abandonar esta práctica.
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