PENITENCIAS Y ALEGRÍAS DE SANTA VERÓNICA GIULIANI


 


Sor Verónica acostumbraba a hacer muchas penitencias. Quería ser santa a toda costa. Dormía poco, comía poco y se daba frecuentes disciplinas de sangre. Pero había alguna hermana a quien no le caía bien y la criticaba, pensando que todo era apariencias. Ella todo lo soportaba con humildad y paciencia. Incluso hubo alguna religiosa que le recomendó al padre Bernardo, que estaba de confesor extraordinario, que le hiciera exorcismos. Se los hizo, pero evidentemente sin provecho alguno.

Ella anota: Muchas veces el confesor me impuso que al aparecerse Jesús crucificado o en otra forma le dijese que no creía que era realmente él, y lo rechazase, diciéndole palabras de desprecio. Así recuerdo que una noche durante la oración, se me apareció en visión Jesús crucificado, pareciéndome que con sus llagas me invitaba a varias clases de penas. Recordé lo que la obediencia me había impuesto y le dije: “Apartaos de mí, yo no soy digna de estas gracias. Y si sois el demonio, idos a vuestras cavernas del abismo, porque no quiero tales cosas ni creo en ellas”. El crucifijo me decía: “Estate tranquila, que no soy el demonio, sino Jesús, tu verdadero esposo” .

 Un detalle interesante que ella refiere: Jesús sacó mi corazón e imprimió el martillo y las tenazas y, después de haberlo curado, metió en mí un incendio de su amor . En otro momento de ese mismo día, 18 de enero de 1703, vino Jesús a poner en mi corazón los demás instrumentos de su pasión .

Un día Jesús en un instante sacó mi corazón. Me pareció verlo en manos de la santísima Virgen, quien lo lavaba y limpiaba con la sangre que salía del costado de Jesús. De pronto le vi tan refulgente y purificado como un purísimo cristal. Y Jesús tenía en la mano algo a modo de pincel y lo empapaba en su costado trazando luego con él caracteres en el corazón que la santísima Virgen tenía en la mano. Me pareció ver que Jesús había estampado en él, escritos con su sangre, estos dos nombres: Jesús y María; y con este sello volvió a poner mi corazón en su lugar .

Tres veces me ha dado un amantísimo abrazo desclavando de la cruz el brazo y haciéndome acercar a su costado; 5 veces me ha dado a gustar el licor que salía de su costado; 15 veces de modo especial ha lavado mi corazón con su sangre preciosa, que, a manera de rayo, salía de su costado y llegaba a mi corazón; 12 veces me ha quitado el corazón, concediéndome la gracia de purificarlo y de quitar de él toda suciedad, podredumbre de imperfecciones y residuos de mis pecados; 9 veces me ha hecho acercar la boca a la llaga de su costado; 200 veces me ha dado amantísimos abrazos a mi alma de un modo especial sin los otros que me ha dado continuamente; y a mi corazón de modo secreto le ha hecho 100 heridas amorosas 237.


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