LA HERIDA EXTERNA EN EL Corazón DE SANTA VERÓNICA GIULIANI

 



 La recibió el 25 de diciembre de 1696. Ella escribió: Me parece recordar que, hace pocos años, en la noche de Navidad, cuando se habían ido las monjas del coro, yo me puse ante el portal del nacimiento. De pronto me pareció ver al Niño del pesebre todo resplandeciente y como criatura viva. Yo le rogaba muy de corazón; lo tomaba de la mano; él se movía y me comunicaba un no sé qué. Finalmente me sentí como enloquecida. Le dije no sé cuántas cosas: ya de afecto, ya de amor, ya de ofrecimiento, ya de oración. No me acuerdo de todo al detalle; por eso no lo escribo. Sé que lo cogí en mis manos y me lo estrechaba al pecho rogándole que tomase mi corazón. Entonces sentí algo nuevo en el mismo corazón. Tenía cierto conocimiento de mí misma y de mi impotencia, y sentía que todo eso me encendía más y más en amor. Le decía: “¡Señor, yo no puedo nada; hacedlo Vos por mí!”.

Estaba con mi cabeza apoyada en la suya: no hablaba con la lengua, pero sentía que mi alma se unía toda a él con su mismo amor. Me parecía que él me mudaba toda en otra.

De pronto fui arrebatada a mis sentidos y me pareció entender que Jesús quería hacerme la gracia de herirme el corazón. ¡Oh Dios!, aquí sí que no puedo decir con la pluma nada de lo que experimenté en ese momento. Sólo recuerdo que el Niño Jesús tenía en la mano algo como un arco con una flecha y me pareció que la lanzaba derecha a mi corazón. Sentí un dolor grande.

En ese momento volví en mí y hallé que el corazón estaba herido y que manaba sangre. No puedo expresar con la pluma ni con palabras cosa alguna de lo que el Señor me comunicó entonces. Sólo recuerdo que tuve unión íntima con él y que me dio a entender que esta herida era nada en comparación de la que quería hacerme dentro de poco. Aun así, el dolor que sentía era grande, pero este dolor me encendía en ansia de todas las penas. Me parecía que para mí era una voz que pedía sin cesar el padecer.

Después de mucho tiempo se cerró la herida, pero me quedó el dolor lo mismo que antes. Y me parece que, al cerrarse, me dio a entender el Señor que dentro de poco se abriría de nuevo. Así fue, y se abrió del mismo modo que la primera vez. Nuevamente estuvo abierta durante varios días. Y cada vez que encomendaba a los pecadores y pedía algún padecimiento por la conversión de los mismos, aumentaba el dolor y manaba sangre durante varias horas. Así lo pasé todo el Carnaval y la Cuaresma .


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