Pero es necesario que ores siempre, como lo enseñó Jesucristo, si –como cristiano auténtico– quieres de verdad salvarte y caminar tras las huellas de los santos, evitando caer en todo pecado mortal, rompiendo todas las cadenas y apagando todos los dardos encendidos de Satanás. Debes, al menos, rezar diariamente el Rosario u otras oraciones equivalentes.
Digo “al menos”,
porque con el Rosario cotidiano alcanzarás cuanto es necesario para evitar el
pecado mortal, vencer todas las tentaciones, en medio de los torrentes de
iniquidad del mundo que arrastran con frecuencia a quienes se creen más
seguros, en medio de los espíritus malignos más habilidosos que nunca y que
sabiendo que les queda poco tiempo para tentar, lo hacen con mayor astucia y
éxito. ¡Qué maravilla de la gracia del Santo Rosario! ¡Poder escapar del mundo,
del demonio y de la carne y salvarte para el cielo!
Si no quieres aceptar lo que
te digo, da crédito por lo menos a tu propia experiencia. Respóndeme: ¿eras,
acaso, capaz de evitar ciertos pecados graves que sólo tu ceguera te hacía ver
como insignificantes, cuando te contentabas con esas cortas oraciones hechas
como las hace el cristiano mediocre? ¡Abre, pues, los ojos! Ora y ora siempre,
si quieres vivir y morir como santo; sin pecado mortal, por lo menos. Reza
todos los días, como hacían los cofrades del Rosario cuando se estableció la
cofradía. Mas adelante encontrarás la prueba de cuanto te digo.
La Santísima Virgen
al dar el Rosario a Santo Domingo, le ordenó rezarlo y hacerlo rezar todos los
días. El Santo, por su parte, no recibía en la cofradía a nadie que no tuviera
la firme resolución de rezarlo diariamente.
Si ahora no se exige
en la cofradía del Rosario Ordinario sino la recitación de un Rosario semanal,
ello obedece a que se ha apagado el fervor y enfriado la caridad. ¿Qué más se
puede pedir a quienes rezan como a pesar suyo? Pero al principio no fue de esa manera (Mt 19,8).
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