Cuando era jovencito, comencé a meterme en el espiritismo. Yo había sido bautizado de niño, pero mi familia no era católica practicante e ignoraba casi totalmente las enseñanzas de la Iglesia. Mi madre se enfermó y esto nos llevó a buscar con esperanza su salud por todas partes, pues los médicos no la mejoraban. Buscamos también el camino del espiritismo, sobre todo, porque en mi país, Brasil, hay muchos sanadores espiritistas. Sin embargo, el estado de salud de mi madre no mejoraba, ni siquiera con espiritismo o prácticas mágicas de ritos de diversas religiones. Un día, antes de morir, mi madre me dijo: “Hijo mío, acuérdate de que estas religiones nos engañan y prometen cosas falsas. La única religión, que nunca me ha engañado ni me ha prometido promesas fáciles, es la católica”.
Por mi parte, yo había empezado a sentirme mal. Sentía ruidos inexplicables y presencias invisibles en la casa, pues había asistido a una sesión espiritista con unos amigos y empecé a sentir una angustia terrible y un pesimismo indefinible. Gracias a Dios y a la Virgen María, todo esto terminó cuando, a continuación de la muerte de mi madre, me acordé de las palabras que me había dicho antes de morir. Y comencé a asistir a la iglesia y a rezar el rosario, a confesarme, a ir a misa y encontré la paz y la alegría perdida .
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