vio un día el cielo abierto y toda la corte celestial ordenada admirablemente

 



El P. Domingo, cartujo, devotísimo del Rosario, vio un día el cielo abierto y toda la corte celestial ordenada admirablemente. Oyó cantar el Rosario con arrobadora melodía, honrando en cada decena un misterio de la vida, pasión o gloria de Jesucristo y de la Santísima Virgen. Y advirtió que cuando los bienaventurados pronunciaban el santo nombre de María, hacían inclinación de cabeza y al nombre de Jesús, una genuflexión (Ver Flp 2,10) y daban gracias a Dios por los grandes beneficios concedidos al cielo y a la tierra mediante el Santo Rosario. Vio igualmente a la Santísima Virgen y a los santos que presentaban a Dios los Rosarios que los cofrades recitaban en la tierra, y que rogaban por cuantos practicaban esta devoción. Vio también innumerables coronas de bellísimas y perfumadas flores preparadas para aquellos que rezan devotamente el Rosario y que cuantas veces lo rezan, hacen una corona con la que serán adornados en el cielo.

La visión de este devoto cartujo armoniza con la visión del discípulo amado, cuando vio una multitud incontable de ángeles y santos que alababan y bendecían a Jesucristo por cuanto hizo y sufrió en el mundo para salvarnos (Ver Apoc 5,9-11). Ahora, ¿no es esto lo que hacen los cofrades del Rosario?          No te imagines que el Rosario sea solamente para las mujeres, los niños y los ignorantes. Es también para los hombres, para los más grandes hombres.

Tan pronto como santo Domingo dio cuenta al Papa Inocencio III de la orden recibida del cielo de establecer la cofradía, el santo Padre la aprobó, exhortó a Santo Domingo a predicarla y quiso formar parte de ella. Los mismos cardenales lo abrazaron con gran fervor, de suerte que López no dudó en escribir: “Ningún sexo, edad, ni condición social pudo sustraerse a la oración del Rosario”. Efectivamente en la cofradía se han inscrito toda clase de personas: duques, príncipes, reyes, prelados, cardenales y Soberanos Pontífices. Larga sería su enumeración en este resumen.

Y si tú, lector amado, entras en la cofradía, tendrás parte en su devoción y gracias sobre la tierra y su gloria en el cielo: asociado con ellos en la devoción, lo estarás también en la dignidad.

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