Esta oración tiene como objeto pedir a Dios que, por la intercesión de la Madre de su Hijo, sane con la fuerza de su Espíritu las heridas afectivas que se hayan producido en el inconsciente durante la gestación y los primeros meses de vida extrauterina, y aquellas otras que hayan quedado en el subconsciente por los traumas del resto de la vida. Mientras la persona siga padeciendo los efectos de sus heridas interiores, conviene que la repita periódicamente, por ejemplo, semanalmente.
Santísima Trinidad, os alabo, os adoro y os amo, y os declaro mi único Dios y Señor, renunciando a toda servidumbre a los espíritus malignos. Señor Jesús, TE RUEGO que manifiestes tu amor
misericordioso y vengas a curar cuanto necesita ser sanado en mi existencia actual y pasada. Tú me conoces mejor que yo mismo, porque eres más íntimo a mí que yo mismo y, mucho antes de mi concepción, me has amado con un amor único. Mi vida está en tus manos. A tus manos encomiendo, Señor, el instante de mi concepción. Si no fue en un clima de amor, con el deseo de darme la vida, sino en la coacción, en el miedo o la violencia, ven a sanarme, Dios de ternura y de bondad.
Que la Virgen Santísima me geste de nuevo en el Espíritu y me libere de toda influencia negativa que produzca en mí desgana de la vida o tendencias autolesivas hasta la muerte. Virgen María, bendíceme en cada etapa de mi crecimiento de embrión y de feto. Pon tus manos en los quince días de gestación, cuando aún no había signos de embarazo y pude sentirme abandonado o inseguro. Expande tu amor en cada repliegue de mi corazón.
Cura las heridas que mis padres pudieron causar en mí al conocer mi existencia: sobre todo, la herida del rechazo sus consecuencias de angustia, inseguridad, opresión, falta de autoestima, y opción de rechazo a la vida. amen
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