QUE EL ESPÍRITU SANTO DESCIENDA sobre mí y me ponga en disposición de perdonar los males que me vienen de mi familia, para obtenerle el perdón de Dios y su total sanación.
Previamente, le suplico a nuestro Padre celestial que perdone todos mis pecados, todas mis faltas, pero también todos los errores que han podido ofenderlo. Me arrepiento de ellos de todo corazón y renuncio a ellos con todas mis fuerzas.
En mi propio nombre y por mi familia próxima y lejana, pero especialmente por mis ascendientes directos, renuncio a Satanás, a sus seducciones, al mundo, al mal y al pecado. Renuncio, evidentemente, a toda forma de superstición, a toda práctica oculta y a todo “don” que pudiera venirme de ellos. E imploro al dios de misericordia que tenga piedad de mí, de mis ascendientes y de mis descendientes.
En primer lugar, quiero perdonar de todo corazón a los que me han hecho daño; quiero arrancar de mi alma todo sentimiento de amargura, de venganza, de ira o de desprecio. Y si me acuerdo de que tengo algún reproche que hacer a alguien, lo perdono y lo bendigo, como perdono a los miembros de mi familia que han podido hacerme daño y los bendigo. Hacia mi padre y mi madre, si me hacen daño o me lo hicieron en el pasado, no quiero mantener ninguna huella de resentimiento: los perdono totalmente –si hay motivo– de lo que me viene ahora a la mente. Que Dios sea alabado por los sufrimientos padecidos y que mi padre y mi madre estén en paz en mi corazón.
Dios mío, Nuestro Señor Jesucristo no enseñó a decirte: “perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6, 12), haz que tu rostro brille sobre todos mis ascendientes y, en tu gran misericordia, perdónales sus errores. Te lo pido por el mismo Jesucristo, tu Hijo y nuestro Salvador, que, siendo Dios, vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
Ahora le suplico al Señor Jesús que recubra con su Preciosa Sangre y que purifique todas las generaciones de mi familia que lo necesitan:
1. Si hubiera sucedido entre mis ascendientes que alguno se hubiera entregado al ocultismo, al espiritismo, a la magia o a cualquier forma de adivinación, o incluso hubieran pertenecido a sectas satánicas y condenadas por la Iglesia, en particular a la masonería; en tu gran bondad, Señor, dígnate perdonarlos.
En el Nombre de Jesús y por mi santo bautismo, renuncio y me opongo formalmente a estas actuaciones. Te pido, oh Padre, que cortes el poder maléfico que pudiera pesar sobre mi generación a través de todas estas prácticas. Que sean aniquilados: todo hechizo, aojo, encantamiento o deseo maléfico, así como toda maldición, brujería y todo mal hereditario conocido o desconocido. Me opongo también a todo pacto satánico, consagración a Satanás (personal y de la descendencia) y todo vínculo espiritual con las fuerzas del mal, en particular con la masonería. Dígnate, Señor, romper la transmisión de todo lazo diabólico a través de mis ascendientes, de mis coetáneos y de mis descendientes.
Renuncio a todas las formas por las cuales Satanás ha podido adquirir cualquier tipo de poder sobre mi familia y te pido, Señor Jesús, que cortes la cadena y los lazos mentales que todas estas operaciones satánicas pasadas han podido forjar a través de mis antepasados. Haz desaparecer de mí mismo y de mis descendientes todas las consecuencias provocadas por la frecuentación de ciencias o de sectas ocultas. Deposito a tus pies, Señor, todo lo que mis ascendientes han podido dar al demonio. Con tu permiso, retomo hoy el terreno cedido a Satanás y lo vuelvo a colocar bajo tu realeza. Haz, Señor, que de ahora en adelante los miembros de mi familia busquen cumplir tu santa voluntad en todo.
Permite que las aguas de mi bautismo refluyan sobre las generaciones pasadas de mi árbol genealógico. Y Tú, nuestro Padre celestial, permite a la Sangre de Jesús que purifica y que da la vida, que riegue, que impregne y que recubra cada una de estas generaciones: la 1ª, la 2ª, la 3ª, la 4ª, la 5ª remontando hasta los primeros tiempos. Sí, Padre, permite que la Sangre de tu Hijo bien amado fluya de la Cruz a través de mis antepasados hasta la generación que tenga necesidad de Ella, tocándola, sanándola y purificándola toda entera.
Ahora mismo, levanto y planto la Cruz de Jesucristo en mi persona y en todas las generaciones que me han precedido para que ponga punto final a las influencias negativas y opresoras que todavía se hacen sentir contra mí, en mí o a través de mí pues dijiste: “porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados” (Mt 26, 28).
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