No tiene elección. Si bien es cierto que no debemos avergonzarnos de ser molestados por “espíritus malignos” (todos tenemos alguno que tiene interés por nosotros) se cometería una gran imprudencia e inconsciencia aceptando esta situación sin combatir.
Para resistir firme a las tentaciones, las astucias y las maniobras del diablo el hombre debe combatir. Está sometido a un acoso continuo en sus pensamientos, su voluntad, sus emociones y, a veces, incluso en sus miembros. Nadie puede ignorar este combate comparable a una lucha cuerpo a cuerpo; salvo que en este caso el enemigo es espiritual.
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