Hoy, cuando le llamé la atención a cierta señorita que no pasara horas enteras en el pasillo con los hombres, porque eso no convenía a una doncella decente, me pidió perdón y prometió corregirse;
se puso a llorar al darse cuenta de su poco juicio. Mientras le decía esas pocas palabras sobre la moral, los hombres de toda la sala se reunieron y escucharon mis advertencias. Los judíos también escucharon en parte y por su cuenta. Una persona me dijo después que acercaron los oídos a la pared y escucharon atentamente. Yo sentía extrañamente que ellos estaban escuchando, pero dije lo que tenia que decir. Aquí las paredes son tan delgadas que aunque se hable en voz baja, se oye.
920+ Hay aquí cierta persona que antes era nuestra alumna. Naturalmente me ejercita en la paciencia, me visita varias veces al día; después de cada visita estoy cansada, pero veo que es el Señor Jesús que me ha mandado esta alma. Que todo Te alabe, oh Señor. La paciencia da gloria a Dios. Oh, qué pobres son las almas.
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