Gloriosísimo Príncipe San Miguel, jefe y conductor de los ejércitos celestiales, custodio de las almas, vencedor de los espíritus rebeldes, favorito en la casa de Dios, nuestro admirable conductor después de Jesucristo, de sobrehumana excelencia y virtud, dignaos librarnos a nosotros todos que a vos recurrimos con confianza, de todo mal y haced que mediante vuestra incomparable protección adelantemos todos los días en el santo servicio de Dios.
V. Rogad por nosotros, oh gloriosísimo protector nuestro San Miguel, príncipe de la Iglesia de Jesucristo.
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