Dios es el creador de todo lo que existe. El poder del diablo es limitado y sometido al mismo Dios. Por eso, dice el Catecismo de la Iglesia católica: El poder de Satán no es infinito. No es más que una criatura, poderosa por el hecho de ser espíritu puro, pero siempre criatura (Cat 365).
De ahí que no podemos aceptar lo que nos presentan algunas películas, cuando insinúan que el poder de Satanás es comparable al de Dios y que puede hacer lo que quiera. En la película El exorcista, se presenta al diablo como el vencedor, al matar al exorcista. La realidad fue otra. Esta película está basada en un hecho real ocurrido en Washington, en el hospital de san Alejo, en 1949, según investigaciones de la cadena de televisión norteamericana ABC. El niño (no una niña) de unos diez años, era hijo de una familia luterana, que acudió a la Iglesia católica, buscando ayuda. El padre jesuita James Hughes y otro sacerdote que le ayudaba, hicieron el exorcismo varias veces hasta que expulsaron al diablo. El niño quedó liberado y vivió muchos años como una persona normal que, incluso, se casó y formó una familia. Los sacerdotes exorcistas vivieron también muchos años más y el diablo no se vengó de ellos, porque Dios no se lo permitió.
En la realidad, no hubo tantos fenómenos espectaculares juntos como aparecen en la película. Pocos saben cómo realmente ocurrió. El demonio, por medio de la voz del niño, dijo: No me iré hasta que sea pronunciada cierta palabra, pero el niño jamás la dirá. El exorcismo prosiguió y, de pronto, el niño habló con una voz claramente autoritaria y digna. El niño dijo: Soy San Miguel y te ordeno, Satán, que abandones el cuerpo en el nombre de Dominus (Señor, en latín), ahora mismo. Entonces, se oyó un sonido semejante a una gran detonación, que fue escuchada por muchas personas en el hospital de san Alejo, donde se realizaban los exorcismos. Y el niño poseso quedó liberado para siempre. El niño no se acordaba de nada, pero sí se acordaba de una visión de san Miguel, luchando contra Satanás. Curiosamente, ese mismo día y a esa misma hora en que salió el demonio, esa misma visión fue vista en la iglesia de san Francisco Javier por varios sacerdotes jesuitas, los cuales afirmaron haber visto súbitamente una intensa luz que iluminó el altar principal y la bóveda del altar, y en la que se veía a san Miguel luchando con Satán. Así terminó felizmente aquella batalla en el cuerpo del poseso: con la victoria de Dios por medio de san Miguel.
Ciertamente que, si el demonio pudiera, mataría en un instante a todos los exorcistas y sacerdotes, y a toda la gente del mundo que se opusiera a su planes, pero Dios no se lo permite. ¿Por qué permite Dios que el diablo haga mal en el mundo? Dice san Agustín que Dios no permitiría los males si no sacara más bienes de los mismos males. Quienes más sufren los embates del maligno son los santos. Dios lo permite para hacerles sentir el poder del mal y para que oren con intensidad por la salvación de las almas y, a la vez, consigan un mayor grado de santificación. Lo que debemos tener muy claro es que Dios todo lo permite para nuestro bien (Rom 8, 28). Por tanto, aunque no lo entendamos, debemos decir siempre con fe y con esperanza: Señor, que no se haga mi voluntad sino la tuya (Lc 22, 42).
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