Triunfo de la Castidad en Santa Bibiana

Al igual que aquellos niños del horno de Babilonia, rodeadas de fuego, las vírgenes cristianas se mostraron firmes en su fe. En medio de llamas tormentosas para el tirano, pero dulces para las atormentadas, prefirieron dejarse quemar antes que ofender a Dios con deshonestidad. Su castidad fue una ofrenda pura, y Dios, viendo tal fidelidad, tomó justicia en sus manos: el fuego destruyó la casa y la estirpe real, quitando la vida al hijo del rey, mientras el tirano mismo murió de un dolor agudo, pagando con su vida el deleite que pretendía. Así, Ifigenia fue librada de dos fuegos: el que amenazaba su cuerpo y el que ponía en peligro su alma.

A este glorioso triunfo se une la memoria de Santa Bibiana, virgen y mártir, cuya fiesta se celebra el 5 de diciembre. Nacida en Roma, desde muy joven consagró a Dios la flor de su virginidad. Como la flor es más fragante en la mañana que en la tarde, así la castidad en la juventud exhala mayor pureza, aún no tocada por la corrupción del tiempo.

Vivía con su hermana Demetria, quien fue también apresada por ser cristiana. El pretor Aproniano, buscando que negasen al verdadero Dios y adoraran a los ídolos, las sometió a pruebas. En esta contienda de fe, Demetria entregó su vida a Dios.

Bibiana, en cambio, fue sometida a nuevos tormentos. Aproniano, encendido de lujuria, deseó corromper aquella alma pura y la entregó a una mujer llamada Rufina, para que, con astucia y libertinaje, atacara la castidad de la santa. Rufina usó argumentos perversos para convencerla de abandonar su promesa a Dios. Pero Bibiana resistió valerosamente. Frente a la unión de ambos sexos en su intento por doblegarla, su pureza se mantuvo firme. La Santa, con su virtud, dejó avergonzada a Rufina y humillado al lascivo Aproniano.


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