Oh Virgen, Madre de Dios, cuya disposición se inclina siempre al socorro de los pecadores en sus necesidades: a Ti, Señora, me encomiendo, para que en esta hora me defiendas de aquel perverso enemigo diabólico, si acaso, para perseguirme, excitare en mi memoria la multitud de mis culpas, intentando inducirme a la desconfianza de la Divina Clemencia.
Y asimismo, Señora, te ruego, que pues me diste el remedio de mi enfermedad en aquel pan echado en agua que me mandaste tomar, que todos los que comieren de él en mi nombre logren salud en sus enfermedades, alivio en sus aflicciones, remedio en los incendios, seguridad en los naufragios, preservación de los animales ponzoñosos, y consuelo total en todas sus necesidades, según me lo prometiste.
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