no solo en los pecados corporales que se cometen contra los prójimos, sino también en los pecados espirituales que se cometen contra la religión cristiana, mediante las obras supersticiosas. La raíz de todas ellas es la codicia desordenada de alcanzar algunos bienes en este mundo, o librarse de ciertos peligros o males. Y como la gente mundana ve que lo que desean no se puede alcanzar tan pronto como quisieran mediante esfuerzo y diligencia humana, buscan ayuda por encima de su naturaleza y fuerzas, y al ver que no les viene de Dios ni de los buenos ángeles, tan pronto como quieren, buscan socorro y ayuda de los ángeles malos, que son los demonios, porque ellos están siempre dispuestos a cumplir los malos deseos de los hombres.
Para lograr esto, el Demonio ha inventado mil vanidades y supersticiones, y las ha revelado a los hombres perdidos, porque lo que más desea de los hombres es que lo reconozcan como señor, como si fuera Dios. Y a cambio de este servicio que los hombres le hacen, él concede todo lo que piden, siempre que la Majestad de Dios lo permita, a causa de los pecados de los hombres. Muchos de ellos merecen que Dios permita que sean cegados con la doctrina falsa del Demonio, ya que no desean obedecer la verdadera doctrina católica, como dice el apóstol San Pablo a los Gálatas (3:1): '¡Oh insensatos Gálatas! ¿Quién os ha fascinado para que no obedezcáis a la verdad?'.
Pero como dice Aristóteles en el libro 2 de Ética, aunque las reglas generales son verdaderas, no bastan para que los hombres puedan obrar bien si no se desciende a los casos particulares. Así, para una clara inteligencia, descenderé a tratar sobre las diferencias de supersticiones."
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