acuérdate de la dicha que te está guardada

 


 Decio publicó un espantoso edicto en Alejandría contra los cristianos. Al ser leído, los débiles y flacos desfallecieron tan intensamente que andaban como espantados, perdiendo el color, de manera que los gentiles se burlaban de ellos; algunos se ofrecían a sacrificar a los dioses, otros huyeron a las montañas, y otros, aunque comenzaban bien a confesar la fe, retrocedían. Sin embargo, algunos, como fuertes columnas, soportaron la muerte y otros se ofrecieron de buen grado y vencieron.

Tal fue también la persecución de Teodorico, rey arriano en África, en la cual muchos retrocedieron y faltaron en la fe, entre ellos Revocato, obispo, y entonces se oscureció el sol y apareció negro. 

A Ursicinio, médico, cuando mostraba algo de miedo durante los tormentos y lo vio Vital de Milán, lo animó y fortaleció, diciéndole: "Tú, que has curado a tantos otros, no pierdas ahora, Ursicinio, tu propia alma; antes bien, acuérdate de la dicha que te está guardada por el poco sufrimiento que puedes padecer en breve tiempo y el gran mal si lo perdieres." Y con ello, animado, pasó por el cuchillo, y le cortaron la cabeza.

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