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Dios eligió a María por su madre

 


En una palabra María, era el objeto de las complacencias de Dios al contemplar a esta virgencita aspirando siempre a la más encumbrada perfección como columnita de incienso rica por el aroma de todas las virtudes como la describe el Espíritu Santo: “¿Quién es ésta que va subiendo por el desierto como una columnita de humo hecha de la mirra y del incienso y de toda especie de aromas?”

En verdad, dice Sofronio, era esta doncellita el jardín de las delicias del Señor donde se encontraban toda suerte de flores y todos los aromas de las virtudes. Por eso, afirma san Juan Crisóstomo, Dios eligió a María por su madre, porque no encontró en la tierra virgen más santa ni más perfecta que María, ni lugar más digno para habitar que su seno sacrosanto. San Bernardo dice de modo semejante: “No hubo en la tierra sitio más digno que el útero virginal”. San Antonino afirma que la bienaventurada Virgen, para ser elegida y destinada a la dignidad de Madre de Dios, tenía que poseer una perfección tan grande y consumada que superara totalmente a la perfección de todas las demás criaturas: La suprema perfección de la gracia es estar preparada para concebir al Hijo de Dios.

Como la santa niña María se ofreció a Dios en el templo con prontitud y por entero, así nosotros en este día presentémonos a María sin demora y sin reserva y roguémosle que ella nos ofrezca a Dios, el cual no nos rehusará viendo que somos ofrecidos por las manos de la que fue el templo viviente del Espíritu Santo, las delicias de su Señor y la elegida como madre del Verbo eterno. Y esperemos toda clase de bienes de esta excelsa y muy agradecida Señora que recompensa con gran amor los obsequios que recibe de sus devotos, como puede colegirse del siguiente ejemplo.


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