Amar a Jesús significa darle todo de ti, entregarle lo mucho o lo poco que tengas, sabiendo que él es el dueño de todo, que le pertenecen todas las cosas y que no existe en el mundo lugar más alto que estar a sus pies. María lo entendió. Hoy nos toca a ti y a mi hacer lo mismo. El Espíritu Santo nos ayude a ser una ofrenda agradable a Dios.
_Evangelio según San Juan 12,1-
Seis días antes de la Pascua, fue Jesús a Betania, donde vivía Lázaro, a quien había resucitado de entre los muertos. Allí le ofrecieron una cena; Marta Servía, y Lázaro era uno de los que estaban con él a la mesa. María tomó una libra de perfume de nardo, auténtico y costoso, le ungió a Jesús los pies y se los enjugó con su cabellera. Y la casa se llenó de la fragancia del perfume.
Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dice: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por trescientos denarios para dárselos a
los pobres?» Esto lo dijo, no porque le importasen los pobres, sino porque era
un ladrón; y como tenía la bolsa, se llevaba de lo que iban echando. Entonces
Jesús dijo: «Déjala: lo tenía guardado para el día de mi sepultura; porque a los
pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no siempre me tienen.»
Una muchedumbre de judíos se enteró de que estaba allí y fueron, no sólo
por Jesús, sino también para ver a Lázaro, al que había resucitado de entre los
muertos. Los sumos sacerdotes decidieron matar también a Lázaro, porque muchos judíos, por su causa, se les iban y creían en Jesús.
Palabra del Señor
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