Ania era tarotista y revela que cuando quiso dejarlo el demonio amenazó con matarla.
Las cartas parecía que le hablaban y ella estaba feliz entregando los consejos o sentencias que el Tarot susurraba. Así, sin habérselo propuesto, la Iglesia, la fe, Dios, fueron quedando relegados. Las cartas del Tarot ocupaban todos los espacios de su cada día.
Una de las barajas del Tarot más ortodoxa en el diseño y formato de sus 78 cartas es el llamado “de Marsella”. Fue el que eligió Ania cuando decidió que dedicaría su vida a ”leerlas”, sumergiéndose en el ocultista trasfondo esotérico de los 22 arcanos mayores y 56 arcanos menores que componen la mentada baraja.
Era una mujer que apenas despuntaba en la juventud y aún vivía con sus padres; matrimonio católico y devoto de la Virgen que la habían formado en la fe con esmero. Fue inquietante para ellos cuando vieron que su única hija pasaba horas absorta en el Tarot. Al principio no la cuestionaron, suponiendo que pronto pasaría, que sólo sería un juego y una forma de hacerse notar de la joven. Pero estaban equivocados pues su hija sería seducida por completo, al punto de que el Tarot llegaría a ser la razón de ser y existir de Ania.
Seducida y doblegada
“Cuando lo vi por primera vez me encantaron sus cartas que sentí eran muy femeninas, me generaban confianza y sentía que me daba poder, en especial cuando tiempo después de estudiarlo acudían a mí personas en busca de consejo”, cuenta la joven en relato publicado por el portal Permanezcan en el amor.
Al principio, aprendió los arquetipos básicos relacionados con cada carta, las conexiones entre ellas y comenzó a ejercitarse en el dejarse guiar por aquello que las cartas le hablaban ante cada persona que la consultaba. “Contemplé las cartas, les hablé como si fueran una persona. De hecho, después de unas pocas semanas, sentí que estaba teniendo éxito. La gente preguntaba, y yo les decía qué iba a pasar y qué hacer para ser felices. Estaba adivinando sin ningún esfuerzo”, afirma.
Después de un año se hizo muy conocida, pues ante cada persona que recibía, las cartas parecía que le hablaban y ella estaba feliz entregando los consejos o sentencias que el Tarot susurraba. Así, sin habérselo propuesto, la Iglesia, la fe, Dios, fueron quedando relegados. Las cartas del Tarot ocupaban todos los espacios de su cada día y no pasó mucho tiempo hasta que el padre de Ania le manifestó su inquietud de que pasara centrada solo en el Tarot, casi enajenada. Ania no era consciente de su estado, pero sus padres ya habían tomado una decisión.
“Yo ignoraba que había sido atrapada por una realidad oculta. Un día, después de llegar a casa de la escuela, quise contemplar las cartas del tarot. Metí la mano en el cajón y ¡no estaban! Primero me llené de furia y luego de desesperación. ¡Tenía que tocarlas y sostenerlas en mi mano en ese mismo instante para sentirme segura! Empecé a gritar y luego a pedir a mis padres que me devolvieran las cartas, como si estuviera rogando por mi vida mientras estaba de pie contra la pared esperando ser ejecutada… No me las devolvieron y me rogaron que le pusiera fin”.
Con firme convicción, serenos, sin dejarse manipular, los padres de Ania lograron que razonara; así, al paso de las horas, de los días, Ania fue calmándose y recibió el don de un pequeño pero vital momento de lucidez en que se pudo ver… "Por un instante, me di cuenta de que no podía funcionar sin esas cartas, era adicta, no era normal. Así que, decidida a lograr liberarme de esta adicción acepté la sugerencia de mis padres y quemé las cartas del tarot, tiré todos los libros, todo lo relacionado con el ocultismo. Hoy, pienso que mucho antes de comenzar el proceso de sanación, alguien debe haber estado orando para que recuperara la luz de la vida; creo que fue mi abuela”.
Pero lo que Ania desconocía era que le esperaba una larga lucha. No habían pasado ni cinco minutos de haber destruido sus herramientas esotéricas cuando comenzó a sudar frío y en ese mismo instante percibió que no estaba sola. “Sentí con quién estaba tratando. Sabiendo que me estaba perdiendo, el Maligno comenzó a revelarse. Mi batalla para salir del ocultismo recién había comenzado…”.
Las semanas siguientes vivió atormentada. Por todas partes surgían imágenes, textos e incluso personas que le recordaban su tiempo de tarotista y renacía en ella la sed de volver a ese mundo en que sentía el poder y la magia fluyendo en sus venas. Pero a la vez era consciente de estar siendo tentada y se resistía. Hacia el segundo mes estaba agotada. Incluso cuando intentaba orar pidiendo a Dios ayuda, su mente se inundaba de imágenes grotescas o de augurios nefastos que ocurrirían en el futuro. Era como si las cartas del Tarot fluyeran con malignos mensajes en su mente, mezcladas con pensamientos blasfemos que no lograba desechar.
“Alguien me despertaba por la noche, sentía su presencia siniestra en la habitación, tenía pensamientos suicidas y me retorcía de miedo. Era como si el Maligno me reclamara como si fuese de su propiedad y amenazaba con matarme… Luché por mantener mi mente en calma, y perdí. La vida estaba perdiendo su brillo para mí. Cuando estaba en mi habitación y trataba de conciliar el sueño, grandes insectos negros se arrastraban por mis sábanas y la luz se encendía sola. A menudo, de camino a casa, me encontraba con gente extraña, con locura en los ojos. Me abordaban, me preguntaban algo… Pude ver que todos tenían algo en común. Era como si el Maligno enviara gente sospechosa para mostrarme que el mundo era suyo y que no huiría. A veces podía oír a un perro gruñir siniestramente en la habitación, creo que era un perro, porque solo podía oír, pero aun así daba bastante miedo. Una pesadilla sin fin…”.
Con ayuda del cura párroco y miembros de la comunidad parroquial, sus padres iniciaron una cruzada de oración regular por Ania y esto comenzó a fortalecerla; hasta que una mañana, estando sola en su habitación, tomó conciencia de cuán importante era que, en ejercicio de su libre albedrío, renunciara a todo mal y volviese a recitar el Credo, a declarar su fe en Cristo. En su impulso por verse liberada comenzó en ese mismo instante una oración espontánea de renuncia interior al mal, al ocultismo y todo lo que la alejase de ”ios. “De repente vi una horrible figura parecida a un hombre lobo en la habitación, solo que incomparablemente más fea y real. Me quedé allí aturdida. Recuerdo el odio en los ojos de ese monstruo: ¡nunca había visto nada igual en ningún hombre! Instintivamente, empecé a rezar un Ave María… Nuestra Señora siempre viene al rescate. Después de un breve instante, el monstruo desapareció y nunca ha regresado”.
Después de esto y acogiendo una recomendación de sus padres Ania inició un proceso de acompañamiento con un exorcista que, tras varias sesiones de exorcismos, sumado a que ella retomó su vida sacramental y de oración, le trajo el don de la sanación y liberación. “Para recibir la gracia de la curación, es necesario ser humilde y estar abierto a Jesús misericordioso, que perdona todos los pecados y nos libera completamente de la esclavitud oculta. Aquellos que han estado involucrados en el ocultismo deben permitir que Jesús continúe el proceso de sanarlos y revivirlos todos los días con total confianza y paciencia después de la confesión. Esto debe hacerse en la oración perseverante diaria, en recibir la Sagrada Comunión tan a menudo como sea posible, en la confesión regular y en el trabajo sobre uno mismo bajo la guía de un confesor. El ministerio de un exorcista, la consulta con un psicólogo cristiano y el apoyo de un grupo de oración también son de gran ayuda. Alabado sea Jesús por arrebatarme del abismo y por reconstruirme para comprar libro
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