quemar el hechizo interrumpe el malefìcio.

 


El Padre Gabriel Amorth nos dice;Estaba exorcizando a una muchacha, acompañado por otro padre pasionista autorizado como él por el obispo. Interrogando al demonio, supieron que a aquella muchacha le habían realizado un hechizo. Se hicieron indicar de qué se trataba: estaba dentro de una cajita de madera, de cerca de un palmo de longitud. Pidieron que les dijeran dónde había sido escondida: se encontraba sepultada a un metro de profundidad, junto a un determinado árbol, cuya posición exacta se hicieron señalar. Llenos de celo, armados de azada y pala, fueron a excavar en el lugar indicado. Encontraron la cajita de madera, tal como se les había dicho; la hisoparon y examinaron el contenido: una figura obscena en medio de otras baratijas. Inmediatamente, valiéndose de alcohol, procedieron a quemarlo todo con mucho cuidado de manera que sólo quedara un montoncito de ceniza. Pero no realizaron la bendición antes de quemar aquellos objetos; omitieron rezar ininterrumpidamente durante la quema invocando la protección de la sangre de Jesús; habían tocado varias veces aquellos objetos sin lavarse inmediatamente después las manos con agua bendita. La conclusión fue que el padre Candido debió guardar cama durante tres meses a causa de fortísimos dolores de estómago; tales dolores se prolongaron con cierta intensidad durante unos diez años y de vez en cuando se dejaron sentir también en los años siguientes. Una dura lección, útil para mí y para cuantos se encontraran en situaciones análogas.

Le pregunté también al padre Candido si, después de todo aquel esfuerzo y aquel sufrimiento, la joven había sido liberada. No, no consiguió ninguna mejora. Esto nos enseña que a veces los hechizos producen todo su efecto sobre las personas en el momento en que son realizados; encontrarlos y destruirlos no sirve de nada. Me he encontrado varias veces con estos casos en los que entre el maleficio y el hallazgo del hechizo habían transcurrido muchos años; el hechizo ya había agotado su función maléfica; cuando se encontró y fue destruido, ya era ineficaz y su destrucción no aportó ninguna mejora a la persona afectada. Después han ayudado los exorcismos, las oraciones, los sacramentos...

En otros casos, quemar el hechizo interrumpe el malefìcio. He tenido ejemplos de ello en casos de «hechizos de muerte» por putrefacción, en los que se había sepultado carne maleficiada, que fue descubierta y destruida antes de que llegara a pudrirse. Otras veces son sepultados vivos, aunque con un espacio libre a su alrededor, ciertos animales, especialmente sapos. También en este caso dar con ellos antes de su muerte puede interrumpir el maleficio. Pero los principales remedios siguen siendo los exorcismos, la oración y los sacramentos.


Comentarios