La mayoría de veces la presencia maléfica en un ambiente se manifiesta causando trastornos físicos: insomnio, dolores de cabeza o de estómago, un malestar general que cuando la persona se va a otro sitio no se produce. En estos casos es fácil un control, pero no siempre es fácil entender la causa. Pongamos el caso de una persona que, cada vez que es huésped en casa de un pariente cercano o de un amigo, advierte esas molestias: insomnio, malestar dolor de cabeza... que pueden durar incluso varios días, mientras que no se ve sometida a esos sufrimientos si va a otra parte. En este caso el control es fácil. Las causas, en cambio, pueden ser muy diversas.
Puede tratarse de pura sugestión cuando hay algún motivo que permita suponerlo (por ejemplo, si una nuera va a casa de su suegra, que era contraria al matrimonio o que sentía un amor posesivo por su hijo). Pero también podría haber causas maléficas.
Digamos de pasada que es interesante el comportamiento de los animales domésticos ante estos fenómenos. Ocurre a menudo que, cuando se tiene la impresión de la presencia de una persona en la propia habitación, el gato o el perro mantengan la mirada fija en un punto; y sucede que a veces huyen de golpe, aterrorizados, como si ese ser misterioso se acercara a ellos. Podría referir muchos hechos interesantes para quien quisiera hacer un estudio al respecto. Básteme decir que, en mi opinión, los animales no ven nada concreto, pero tienen una mayor sensibilidad que el hombre ante una eventual presencia. Y no niego que también su comportamiento pueda ser un elemento de juicio para decidir si conviene o no proceder a un exorcismo de la casa.
Lo más importante, cuando vienen personas angustiadas por fenómenos de esta índole, es realizar un buen interrogatorio y, si hay motivos para ello, exorcizarlas. La mayoría de las veces los fenómenos que hemos descrito no dependen de presencias maléficas en las casas, sino en las personas. En muchos casos no he obtenido ningún éxito con el exorcismo de la casa, mientras que luego, al exorcizar a la persona o a las personas, los fenómenos en la casa disminuían paulatinamente hasta desaparecer del todo.
El padre Candido y yo usamos este método. El Ritual contiene una decena de oraciones en las que se pide al Señor que proteja los lugares de las presencias maléficas. Figuran en las bendiciones a las casas, a las escuelas, a otros sitios. Rezamos algunas. Luego leemos la primera parte del primer exorcismo sobre las personas, adaptándolo a la casa. A continuación bendecimos cada habitación, como se hace en la bendición a las casas. Repetimos el mismo recorrido con el incienso, después de haberlo bendecido. Terminamos con otras oraciones. Resulta eficaz, después del exorcismo de las casas, celebrar allí una misa.
Si se trata de trastornos de escasa entidad, un solo exorcismo es suficiente. Si los trastornos proceden de un maleficio y éste se repite, conviene repetir también el exorcismo, hasta hacer la casa «impermeable» a los maleficios. En los casos más graves se presentan muchas dificultades. Por ejemplo, me he encontrado exorcizando apartamento en los que durante mucho tiempo se habían llevado a cabo sesiones espiritistas, o que habían estado habitados por brujos que practicaban magia negra. Peor aún si se habían celebrado cultos satánicos. En algunos casos, la gravedad de los trastornos y la dificultad de llegar a una total liberación eran tales que tuve que aconsejar el cambio de vivienda.
Existen casos distintos, aunque no graves, en los cuales basta con algunas oraciones para restablecer la tranquilidad. Una familia se veía molestada por inexplicables ruidos nocturnos; hizo celebrar diez misas, al final de las cuales los ruidos se atenuaron mucho. La familia mandó celebrar otras diez y al fin los ruidos desaparecieron del todo ¿Eran, quizá, almas del purgatorio que, con permiso divino, pudieron hacerse oír para pedir sufragios? Es difícil afirmarlo. A mí me basta con señalar el hecho, dado que me ha ocurrido varias veces.
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