Quien quiere escapar de los lazos y tentaciones finales del anticristo o del demonio, debe abrigar dos sentimientos en sí mismo:
Primero, que sienta de sí mismo como de un cuerpo muerto, lleno de gusanos y maloliente, como un cadáver al que no se dignan ver ni mirar, es más, se tapan las narices por el pésimo hedor y olor, y apartan el rostro para no ver tal y tanta abominación . Es lo que nos conviene hacer a ti y a mí, carísimo, pero más a mí, porque toda mi vida es hedionda, todo yo soy hediondo, todo mi cuerpo, toda mi alma, todo lo que está dentro de mí está lleno de corrupción y podredumbre de los pecados y maldades fetidísimos y abominabilísimos que tengo, y, lo que es peor, cada día siento que este hedor se renueva más reciente y más angustioso.
El alma fiel debe sentir bien tal hedor de sí misma, con gran vergüenza delante de Dios, como delante de Aquel que ve y sabe todas las cosas, como si estuviera delante de su riguroso juicio, doliéndose totalmente de la ofensa hecha a Dios y de la pérdida de la gracia en el alma, la que tenía por ser redimida por la preciosísima Sangre de Cristo y lavada por el agua del bautismo. Y así como siente y cree para sí y para Dios que es hediondo, así también sienta y crea lo mismo delante de los ángeles y almas santas, y delante de todos los hombres que viven en el mundo. Para todos ellos es abominable y repugnante: todos ellos no solo no quieren ver ni escuchar sus obras y palabras, sino que se tapan las narices y vuelven el rostro para no verlo y lo echan de en medio como un fétido cadáver y así está desterrado de ellos, separado y arrojado como un leproso, y más, hasta que vuelva en sí.
Si alguien hiciera justicia, de sí mismo y sintiera de su cuerpo lo que es justo, y debe creer que es así, deberían sacarle los ojos, romperle las narices, cortarle las manos, las orejas y la boca y todos los otros sentidos corporales y miembros, pues con todos ellos ofendió a Dios creador.
Asimismo, desee ser despreciado y ultrajado y sufrir con paciencia todos los vituperios, vergüenzas, difamaciones, blasfemias y adversidades con gran gozo y alegría.
En segundo lugar, conviene que desconfíe totalmente de sí mismo, de todos sus bienes y de toda su vida, y que te conviertas totalmente y te reclines en los brazos de Jesucristo, paupérrimo, vilísimo, improperado, despreciado y muerto por ti, hasta que tú estés muerto en todos tus sentimientos humanos y que Jesucristo crucificado viva en tu corazón y en tu alma, y todo transformado y transfigurado sientas en ti cordialmente, de manera que nunca veas ni sientas ni oigas, sino al mismo clavado en la Cruz, muerto y suspendido por ti, a ejemplo de la Virgen María, muerto al mundo y viviendo por la fe . Y toda tu alma viva en esta fe hasta la resurrección, en la que el Señor te infundirá un gozo espiritual y el don del Espíritu Santo en ti y en aquellas personas en las que ha de renovarse el estado de los Apóstoles y de la Iglesia santa de Dios. Ejercítate en santas oraciones o meditaciones sagradas y afectos, para obtener los dones de las virtudes y la gracia de Dios.
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