Yo estoy a la puerta y llamo." ¡Oh, Pastor amantísimo, que por amor de vuestras ovejas, no contento con morir una vez sacrificado en el ara de la Cruz, quisisteis, además, quedaros oculto en este divino Sacramento, en los altares de nuestras iglesias, para estar siempre junto a nosotros y llamar a las puertas de nuestros corazones y procurarnos en ellos la entrada!.
Si yo supiese gozar de vuestra íntima compañía, como vuestra Santa Esposa, que decía (Cant. 2,3): ¡Sentéme a la sombra de Aquel a quien mucho había deseado! ¡Ah, si yo os amase, si os amase de veras, amabilísimo Jesús mío Sacramentado, cuánto desearía no apartarme jamás del Sagrario, ni de día ni de noche; y descansando allí, junto a vuestra Majestad, aunque encubierta bajo la aparente sombra de las Sagradas Especies, probaría aquellas celestiales delicias y aquel gozo que hallan las almas que os aman mucho.
Atraedme, Señor, con el aroma de vuestra hermosura y del amor inmenso que en este Sacramento me manifestáis. Y así, Salvador mío, dejaré las criaturas y los placeres todos del mundo, y correré hacia Vos.
¡Oh, qué frutos de santas virtudes dan a Dios, como plantas nuevas, las almas venturosas que os visitan con amor en el Santo Sagrario! Mas yo me avergüenzo de presentarme tan desnudo y vacío de virtudes ante Vos, ¡oh, Jesús mío! Ordenado tenéis que quien va al altar para honraros, no vaya sin algún don que ofreceros... Pues ¿qué he de hacer? ¿Nunca presentarme a Vos para visitaros?... No, que no es esto lo que os agrada. Vendré, pobre cual soy, y Vos me proveeréis de los mismos dones que de mi deseáis.
Veo que os quedasteis en este Sacramento, no sólo con el fin de premiar a los que os aman, sino también para enriquecer a los pobres con vuestros bienes.
Ea, pues, comenzad hoy. Os adoro, Rey de mi corazón, verdadero amante de los hombres, Pastor enamoradísimo de sus ovejas, acudo a este trono de vuestro amor; y no teniendo otro don que ofreceros, os presento mi corazón miserable para que todo él quede consagrado a vuestro amor y beneplácito. Con este corazón puedo amaros; y con él quiero amaros cuanto pudiere.
Atraedle, pues, y unidle enteramente a vuestra voluntad; de suerte que de hoy en adelante también yo pueda decir, lleno de gozo, como vuestro amado discípulo decía, que estoy preso con las cadenas de vuestro amor.
Unidme, Señor mío, del todo con Vos; haced que aun de mí mismo me olvide, a fin de que llegue un día en que venturosamente me desprenda de todas las cosas y hasta de mí mismo, para hallaros a Vos solo, amándoos siempre. Os amo, Señor mío Sacramentado; a Vos me entrego, A vos me uno, haced que os encuentre, haced que os ame, y nunca os apartéis de mí.
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