este pecado de la hipocresía se halla en todas partes, acompaña al hombre en todo cuanto dice o hace: viene a ser cómo una especie de condimento que en todas partes entra. Escuchadme un momento y lo vais a ver. Jesucristo nos presenta un ejemplo en el Evangelio, al hablarnos de aquel fariseo que fue al templo a hacer su oración, permaneciendo de pie ante todo el mundo y diciendo en alta voz: «Os doy gracias, Señor, porque no soy cómo los demás lleno de pecados; empleo mi vida haciendo el bien y procurando agradaros». Aquí tenéis el verdadero carácter del orgulloso: en vez de dar gracias a Dios por haberse dignado servirse de él para el bien, mira a todo aquello como si procediese de sí propio y no de Dios. Entremos a examinar esto con más detención y veremos como casi nadie escapa a las redes del orgullo. Así los viejos como los jóvenes, así los pobres cómo los ricos, todos se alaban y glorían de lo que son y de lo que hicieron, o mejor, de lo que no son y
de lo que no hicieron. Todos se aplauden y gustan de ser aplaudidos; todos corren de una parte a otra mendigando las alabanzas de los hombres, y cada uno trabaja por atraerse a los demás a su partido. Así pasa la vida la mayor parte de la gente. La puerta por la, cual el orgullo entra más copiosamente son las riquezas. En cuanto una persona aumenta sus bienes, la veréis va mudar de vida; hace lo que decía Jesucristo de los fariseos: «Esas gentes gustan de que les llamen maestros, de que todo el mundo las salude; siempre aspiran a los primeros puestos; se presentan ricamente vestida» (Matth., XXIII.); abandonan ya su primitivo aire de sencillez; si los saludáis, ni se dignaran quitarse el sombrero, apenas si inclinarán un poco la cabeza; andan con la cabeza erguida, ponen especial cuidado en escoger las más bellas palabras, cuya significación muchas veces ignoran, pero se complacen en repetirlas. Aquí hallaréis a un hombre que os llenará la cabeza dándoos cuenta de las herencias que le han tocado para hacer ostentación de la importancia de su fortuna. Toda su preocupación esta en que le alaben y le tengan en mucho. ¿Se ha visto coronada por el éxito alguna empresa suya?, pues le falta tiempo para darlo a conocer, a fin de hacer ostentación de su saber. ¿Ha dicho algo digno de aplauso?, no cesa ya de repetirlo a cuántos le quieren escuchar, hasta fastidiarlos y dar pie a que se burlen de su fatuidad. ¿Ha realizado, por Ventura, algún viaje?
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