Las limosnas en honor de María

 


Los devotos de la Virgen suelen dar limosnas en honor de la Madre de Dios, especialmente los sábados. Refiere san Gregorio en sus Diálogos que un santo zapatero llamado Deusdedit distribuía los sábados entre los pobres lo que le sobraba de las ganancias de la semana. Y se le mostró a un alma santa como un suntuoso palacio que Dios tenía preparado en el cielo para este siervo de María y que se iba construyendo los sábados. San Gerardo no negaba a la puerta del templo ninguna limosna que se le pidiera en nombre de María. Lo mismo hacía el P. Martín Gutiérrez, jesuita; y una vez confesó que no había gracia que le hubiera pedido a María que no la hubiera conseguido. Habiendo muerto este siervo de Dios a manos de los hugonotes, se le apareció la Madre de Dios a sus compañeros acompañada de vírgenes, que envolvieron en lienzos el santo cuerpo y se lo llevaron.

Lo mismo practicaba san Everardo, obispo de Salzburgo. Y un santo monje lo vio a guisa de un niño en brazos de María, que decía: Éste es mi hijo Everardo que nunca me ha negado nada. De igual modo procedía Alejandro de Alés, el cual, requerido por un lego a que se hiciera franciscano en nombre de María, dejó el mundo y entró en la Orden. El que se sienta verdadero devoto de la Virgen no se niegue a dar cada día alguna limosna en su honor, y más crecida los sábados. Y si no puede otra cosa, al menos por amor de María haga cualquier otra obra de caridad, como asistir a los enfermos, rezar por los pecadores y por las almas del purgatorio y muchas más que se pueden hacer. Las obras de misericordia agradan muchísimo a esta Madre de misericordia.


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