María mantiene sus promesas en favor de sus devotos

 




Debe animarnos a esperar con toda seguridad el paraíso, la hermosa

promesa que hace la misma Virgen María a los que la honran y de modo especial a los que con la palabra y el ejemplo procuran darla a conocer y hacerla honrar de los demás. “Quien me obedece a mí, no queda avergonzado” (Ecclo 24, 22). ¡Felices, dice san Buenaventura, los que conquistan el favor de María! Estos serán ya desde ahora, reconocidos como sus compañeros; y el que lleva el emblema de siervo de María, está ya registrado en el libro de la vida.

¿De qué sirve el inquietarse con las sentencias de las Escuelas sobre si la predestinación a la gloria es anterior o posterior a la previsión de los méritos? ¿Sobre si estamos o no inscritos en el libro de la vida? Si somos verdaderos siervos de María y contamos con su protección, de verdad que somos de los inscritos; porque, como dice san Juan Damasceno, Dios no concede la devoción a su

Santísima Madre, sino a los que quiere salvar. Esto es lo que Dios mismo reveló por medio de san Juan: “Al vencedor le pondrá de columna en el santuario de mi Dios, y ya no saldrá jamás fuera; y grabaré en él el nombre de mi Dios y el de la Ciudad de mi Dios” (Ap 3, 12). ¿Quién es esta ciudad de Dios sino María, como explica san Gregorio, recordando el texto de David: “Gloriosas cosas se han dicho de ti, ciudad de Dios?” (Sal 86, 3).

Bien podemos decir con san Pablo: “Marcados con este sello, el Señor conoce a los que son suyos” (2Tm 2, 19). Quien lleva esta señal, la de ser devoto de María, es reconocido por Dios como suyo. Por lo que escribe Pelbarto que la devoción a la Madre de Dios es señal ciertísima de que se ha de conseguir la eterna salvación. Y el B. Alano, hablando del Ave María, dice que quien con frecuencia honra a la Virgen con el saludo del Ángel, tiene un indicio muy grande de que se ha de salvar.

Con más razón lo dice el rezo diario del santo Rosario: “Si saludas con perseverancia a las Santísima Virgen con el santo Rosario, tienes con ello un indicio sumamente grande de que vas a conseguir la eterna salvación”. Dice el P. Nieremberg en su libro del Amor y Afición a María, que los devotos de la Madre de Dios, no sólo son los más favorecidos y privilegiados por ella, sino que, también en el cielo serán mucho más ensalzados. Y añade que en el cielo tendrán alguna señal más particular y muy distinguida por la cual serán reconocidos como íntimos de la Virgen y de su cortejo especial, conforme al dicho de los Proverbios: “Todos los de su casa visten doble vestido” (Pr 3, 21).

Santa María Magdalena de Pazzi vio en medio del mar una nave en que iban todos los devotos de María, y ella, como seguro piloto la conducía en derechura al puerto. Con lo cual entendió la santa que, quienes viven bajo la protección de María, aún en medio de todos los peligros de la vida, se libran del naufragio del pecado y de la condenación, porque son guiados por ella al puerto del paraíso. Entremos en esta nave, cobijados bajo el manto de María, y estemos así seguros de alcanzar el reino bienaventurado como le canta la Iglesia: “En ti moran todos los bienaventurados, Santa Madre de Dios”. Todos los que han de participar de los gozos eternos habitan en ti, viviendo bajo tu protección.


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