María tiene por oficio ejercer la misericordia



La gracia de Dios es un tesoro extremadamente grande y deseable para el cristiano. El Espíritu Santo lo llama tesoro infinito, porque por medio de la gracia divina, somos elevados a la dignidad de amigos de Dios: “Es un tesoro infinito, que a quienes lo han utilizado, los ha hecho partícipes de Dios” (Sb 7, 14). Por eso Jesús, nuestro Dios y Redentor, no dudó en llamar amigos suyos a los que estaban en gracia: “Vosotros sois mis amigos” (Jn 15, 14). ¡Maldito es el pecado que arrebata esta bella amistad!: “¡Vuestras iniquidades han puesto separación entre vosotros y vuestro Dios!” (Is 59, 2). Haciendo al alma odiosa para Dios, “odiosos son para Dios el impío y su impiedad” (Sal 14, 9), la transforma de amiga en enemiga de su Señor ¿Qué debe hacer un pecador que, por desgracia, se ve convertido en enemigo de Dios? Necesita encontrar un mediador, que le obtenga el perdón y le haga recuperar la divina amistad perdida. “Consolaos –dice san Bernardo– oh miserables que habéis perdido a Dios; tu mismo Señor te ha dado el mediador, y éste es su propio Hijo Jesús que puede obtenerte cuanto desees”.

Pero, oh Dios –prosigue el santo– ¿por qué los hombres han de juzgar severo a este Salvador tan compasivo que por salvarnos ha entregado su vida? ¿Por qué han de tener por terrible al que es del todo amable? ¿Qué teméis, pecadores desconfiados? Si estáis atemorizados por haber ofendido a Dios, sabed que vuestros pecados Jesús los ha clavado en la cruz a la vez que sus manos traspasadas, y ha satisfecho por ello con su muerte a la divina justicia, y los ha arrancado de vuestra alma. Estas son sus hermosas palabras: “Se imagina severo al que es compasivo; terrible al que es amable. ¿Qué teméis, hombres de poca fe? Ya clavó los pecados en la cruz con sus propias manos”. Pero si aún –añade el santo– temes recurrir a Jesucristo porque te espanta su Majestad divina, ya que, hecho hombre no deja de ser Dios ¿quieres otro abogado ante este mediador? Recurre a María, porque ella intercederá por ti ante su Hijo que ciertamente le oirá, y el Hijo intercederá ante el Padre, que nada puede negar a su Hijo amado. Y concluye san Bernardo: “Hijitos, ésta es la escala de los pecadores, ésta es mi mayor confianza, ésta es toda la razón de mi esperanza”. Ésta es la escala de los pecadores, porque por ella suben de nuevo a la alteza de la gracia divina; ésta es mi suprema confianza, ésta es toda la razón de mi esperanza.


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