María emplea sus dones en favor nuestro



Y ésta fue la principal misión que se le confió a María en la tierra, levantar a las almas privadas de la divina gracia y reconciliarlas con Dios. “Lleva a pacer tus cabritas” (Ct 1, 8). Así le dice el Señor al crearla. Ya se sabe que los pecadores son figurados en los cabritos, y que como los elegidos –figurados en las ovejas– en el juicio final serán colocados a la derecha, así aquellos, serán colocados a la izquierda. “Pues bien –dice Guillermo de París– los tales cabritos están confiados a tus cuidados, excelsa Madre, para que los conviertas en ovejas, y los que por sus culpas merecían ser lanzados a la izquierda, por tu intercesión, sean colocados a la derecha”. El Señor reveló a santa Catalina de Siena, que había creado a esta su amada hija como cebo dulcísimo para atraer a los hombres, especialmente a los pecadores, y llevarlos a Dios. Y en esto es digna de notarse la reflexión que hace sobre este pasaje del Cantar de los cantares, Guillermo abad, cuando dice que Dios recomienda a María el cuidado de sus cabritos, porque la Virgen no salva a todos los pecadores, sino a los que le sirven y le honran. Por el contrario, aquellos que viven en pecado y no la honran con algún obsequio especial, ni se encomiendan a ella para salir del pecado, ésos no son de los cabritos de María, y en el Juicio final serán colocados a la izquierda con los condenados”.

Desesperado estaba de su eterna salvación un noble caballero, por sus muchos pecados, cuando un religioso le animó a recurrir a la Santísima Virgen, yendo a visitar una devota imagen en cierta iglesia. Fue el caballero a la iglesia y, apenas vio la imagen de María, se sintió como invitado por ella a que se postrara a sus pies y a poner en ella su confianza. Va presuroso, se postra, quiere besar los pies de la imagen, que era de talla, y María, desde la imagen le tiende la mano para dársela a besar, y ve en la mano de María este escrito: “Hijo mío, no desesperes que yo te libraré de tus pecados y de los temores que te oprimen”. Y se cuenta que al leer aquel pecador tan dulces palabras, sintió tanto dolor de sus pecados, y sintió tan intenso amor a Dios y a su dulce Madre que, poco después expiró a los pies de la santa imagen.

¡Cuántos son los pecadores obstinados que cada día atrae hacia Dios este imán de los corazones!, como ella misma se llamó diciendo a santa Brígida: “Como el imán atrae al hierro, así atraigo hacia mí los corazones más endurecidos para reconciliarlos con Dios”. Yo por mi parte podría referir muchos casos sucedidos en nuestras misiones, en que pecadores que permanecían duros como el hierro a todas las predicaciones, al oír el sermón de la misericordia de María, se compungían y tornaban a Dios. Cuenta san Gregorio que el unicornio es un animal tan fiero que no hay quien lo pueda cazar; sólo a la voz de una doncella, se rinde, se acerca y se deja atar por ella sin oponer resistencia. ¡Cuántos pecadores más fieros que las mismas fieras, que huyen de Dios, a la voz de esta sublime Virgencita que es María, se acogen a ella y se dejan atar dulcemente con Dios!


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