Le dijo Jesús a santa Brigida :me ocultan, por decirlo de alguna manera, y me colocan en un lugar escondido, cuando piensan en sus adentros: ‗Sé que he pecado, pero si me abstengo de realizar el Oficio, seré avergonzado y todos me van a condenar‘. Así que, imprudentemente, suben al altar y me manejan a mí, verdadero Dios y verdadero hombre. Estoy como si me hallara con ellos en un lugar escondido, puesto que nadie sabe ni se da cuenta de lo corruptos y sinvergüenzas que son.
Yo, Dios, estoy ahí tendido frente a ellos como en un encubrimiento, porque, aún cuando el sacerdote es el peor de los pecadores y pronuncia estas palabras ―Este es mi Cuerpo‖, él aún consagra mi Verdadero Cuerpo, y Yo, Verdadero Dios y Hombre, me tiendo ahí ante él. Cuando me pone en su boca, sin embargo, Yo ya no estoy presente para él en la gracia de mis naturalezas divina y humana –sólo queda para él la forma y el sabor del pan—no porque yo no esté realmente presente para los perversos igual que para los buenos, debido a la institución del Sacramento, sino porque los buenos y los perversos no lo reciben con el mismo efecto.
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