El abad Amón consultó en cierta ocasión al abad Pastor acerca de los pensamientos impuros y sobre los vanos deseos que nacen en el corazón del hombre. El anciano le respondió: «¿Acaso se jacta el hacha frente al hombre que corta con ella? (Is 10,15). Pues bien, tú no alargues tu mano a ellos y resultarán inofensivos».
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