Por esto, razón tuvo en decir Ricardo de San Lorenzo que como una piedra cae al instante si se le quita la tierra que la sostiene, así un alma, quitada la ayuda de María, caerá primero en el pecado y después en el infierno. Añade san Buenaventura que Dios no nos salvará sin la intercesión de María, y que así como un niño no puede vivir si le falta la nodriza, así cada uno, si María deja de protegerlo, no puede salvarse. Por eso exhorta: “Procura que tu alma tenga sed de la devoción a María, consérvala siempre y no la dejes, para que al fin llegues a recibir en el cielo su maternal bendición”. Y dice san Germán: ¿Quién conocería a Dios sino por ti, oh María santísima? ¿Quién se vería libre de peligros? ¿Quién recibiría ninguna gracia si no fuese por ti, Madre de Dios, Virgen y Madre y llena de gracia? Estas son sus hermosas palabras: “No existe nadie, oh santísima, que llegue a tener noticia de Dios sino por ti; nadie que llegue a salvarse sino por ti, Madre de Dios; nadie que se libre de los peligros sino por ti, Virgen y Madre; nadie recibe un don de Dios sino por ti, la llena de gracia”. Si tú no despejas el camino nadie se verá libre de las mordeduras de las pasiones y del pecado.
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