Atanasio, de santa memoria, rogó al abad Pambo que bajase al desierto de Alejandría. Cuando llego allí, vio a una comediante y se puso a llorar. Los presentes le preguntaron por qué lloraba, y él les dijo: «Dos cosas me han turbado: primero la perdición de esa mujer; en segundo lugar, que no tengo tanto empeño en agradar a Dios como el que ésta tiene en agradar a los hombres depravados».
O dios mío no entendi nada dios tome el control de estas situaciones
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