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Evita correr en busca de lo extraordinario y
pedir o siquiera desear conocimientos excepcionales, visiones, revelaciones y
gracias extraordinarias que Dios comunica a veces a algunos santos, durante la
recitación del Rosario. La fe sola es
suficiente (Ver Heb 10,38; Gál 3,11), ahora que el Evangelio y todas las
devociones y prácticas de piedad se hallan suficientemente establecidas.
No omitas nunca la
menor parte del Rosario en las sequedades, desalientos y decaimientos
interiores. Sería señal de orgullo e infidelidad. Como valiente campeón de
Jesús y María, recita el Padrenuestro y el Avemaría en medio de la aridez,
aunque sin ver, sentir ni gustar, esforzándote cuanto puedas por contemplar los
misterios.
No suspires por los
bombones y golosinas de los niños para comer tu pan de cada día. Para imitar
más perfectamente a Jesús agonizante, prolonga la recitación de tu Rosario,
precisamente cuanto más te cueste el rezarlo: En medio de su gran sufrimiento, Jesús oraba más intensamente (Lc
22,43). Así podrá aplicarse a tu caso, lo que se ha dicho de Jesucristo, quien
cuando estaba en la agonía, oraba más largamente.
ora con total confianza. Con
una confianza fundada en la bondad y generosidad infinitas de Dios y en las
promesas de Jesucristo. Dios es fuente de agua viva que corre incesantemente en
el corazón de los que oran. Jesús es como el pecho del Padre Eterno, lleno de gracia y de verdad (Ver Jn
1,14. 16). Ahora bien el mayor deseo del Padre respecto de nosotros es
comunicarnos las aguas saludables de su gracia y misericordia. Y nos grita: Todos los que tengan sed, vengan a beber
agua (Is 55,1), en la oración. Y si no oras, se queja de que le abandonas: Me han abandonado a mí, que soy manantial
de aguas vivas... ( Jr 2,13).
Pedir gracias a Jesucristo es causarle placer,
un placer mayor que el que procura a las madres naturales dar a sus hijos el
néctar de sus pechos. La oración es el canal de la gracia de Dios y a modo de
pecho maternal de Jesucristo. Si no acudes a El con la plegaria -como deben
hacerlo todos los hijos de Dios- Jesucristo se queja amorosamente: Hasta ahora no han pedido nada: pidan y se
les dará; busquen y encontrarán; llamen a la puerta y les abrirán (Mt 7,7;
Jn 16,24). Más aún, para animarnos a pedirle con mayor confianza, llega a
empeñar su palabra de que el Eterno Padre nos concederá cuanto le pidamos en su
Nombre (Ver Jn 15,23).
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