El Santo Rosario y Santo Domingo.

 


            El establecimiento del Santo Rosario, en forma tan milagrosa, guarda cierta semejanza con la manera de que se sirvió Dios para promulgar su ley al mundo en el Monte Sinaí. Y manifiesta claramente la excelencia de esta maravillosa práctica. Santo Domingo, iluminado por el Espíritu Santo e instruido por la Santísima Virgen y por su propia experiencia, dedicó el resto de su vida a predicar el Santo Rosario con su ejemplo y su palabra, en las ciudades y los campos, ante grandes y pequeños, sabios, e ignorantes, católicos y herejes. El Santo Rosario -que rezaba todos los días- constituía su preparación antes de predicar y su acción de gracias después de la predicación.

                El Beato Alano –como dice el mismo Cartagena– relata muchas otras apariciones del Señor y de la Santísima Virgen a Santo Domingo para instarle y animarle más y más a predicar el Santo Rosario, a fin de combatir el pecado y convertir a los pecadores y herejes. Oigamos este pasaje:

                En otro lugar dice el Beato Alano: “Todos los predicadores hacen rezar a los cristianos la salutación angélica al comenzar sus sermones, para obtener la gracia divina. La razón de ello es una revelación de la Santísima Virgen a Santo Domingo: «Hijo mío –le dijo– no te sorprendas de no lograr éxito con tus predicaciones. Porque trabajas en una tierra que no ha sido regada por la lluvia. Recuerda que cuando Dios quiso renovar el mundo, envió primero la lluvia de la salutación angélica. Así se renovó el mundo. Exhorta, pues, a las gentes en tus sermones a rezar el Rosario y recogerás grandes frutos para las almas». Hízolo así constantemente el Santo y obtuvo notable éxito con sus predicaciones. Puedes leer esto en el Libro de los milagros del Santo Rosario -escrito en italiano- y en el discurso 143 de Justino”.

            Me he complacido en citarte palabra por palabra los pasajes de estos serios autores, en favor de los predicadores y personas eruditas que pudieran dudar de la maravillosa eficacia del Santo Rosario. Mientras los predicadores -siguiendo el ejemplo de Santo Domingo- enseñaron la devoción del Santo Rosario, florecían la piedad y el fervor en las órdenes religiosas que lo practicaban y en el mundo cristiano. Pero cuando se empezó a descuidar este regalo venido del cielo, sólo vemos pecados y desórdenes por todas partes.





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