Hace unos meses, en un momento de soledad,
intenté ponerme en contacto con el más allá. Una amiga me dijo que podía
hacerlo por medio de la escritura automática. Comencé el experimento con la
ouija. Después de tres o cuatro veces, el vaso comenzó a moverse y así comencé
los primeros diálogos con un espíritu que creía que era ciertamente un espíritu
bueno. Después, hice prácticas de escritura automática y escribí cientos de
páginas. Aquel espíritu me decía cosas bellas con palabras de amor y, poco a poco,
me indujo a hacer determinadas cosas. Entonces, comencé a sentir miedo. Traté
de no comunicarme más, pero no era libre. El espíritu me hablaba y me cantaba
día y noche. Tenía dolores de estómago, de cabeza. No podía dormir. Una noche
tuve una crisis de posesión, que me dejó como loca. Aquella voz me inducía al
suicidio. Me decía: “Suicídate para unirte a mí y todo será maravilloso”. En
ese momento, tuve el valor de buscar un sacerdote, quien me hizo entender que
el espíritu era un demonio. Y ahora estoy libre totalmente[1].
Hace unos años,
con un grupo de amigas, comenzamos a practicar la ouija con una moneda y un
cartón con las letras del alfabeto. Era para nosotras como una diversión.
Asistí un solo día, pero en los días sucesivos empecé a sentir un extraño
nerviosismo sin motivo aparente, y sentía inestabilidad emocional, perdí el
interés por las cosas y nada me salía bien. Caí en depresión y comencé a sentir
dentro de mí impulsos a hacer cosas que no eran normales en mí. Era como una
disociación de la personalidad, como si en mí hubiera otra persona, hasta el
punto que yo, que soy médico, creía que era esquizofrénica. A veces, sentía
unos fuertes deseos de suicidarme de modo que tuve que dejar de trabajar por un
tiempo y decir a mi madre que no me dejara sola, porque sentía impulsos de
tirarme por la ventana.
Un día, fui a visitar a un sacerdote y me
invitó a rezar con él. Después de la oración, me sentí un poco mejor y
disminuyó el impulso al suicidio. Me invitaron a asistir a un seminario de Renovación
en el Espíritu Santo de la Renovación carismática. Cuando llegué, sentí un
deseo muy fuerte de salir corriendo, pero las personas que me acompañaban me
dijeron que debía resistir ese impulso. A los pocos minutos, me caí de la silla
y se manifestó en mí un espíritu maligno. Todos, en unión con el sacerdote,
rezaron por mi liberación, y así comenzó mi camino hacia la luz, comprendiendo
que todos mis males habían tenido origen en aquella maldita sesión de ouija. La
asistencia a la misa, la recitación diaria del rosario, las oraciones de
liberación y la adoración eucarística frecuente me liberaron del poder del
maligno y ahora soy plenamente libre por el poder de Dios[2].
Por
todo esto, más vale no jugar con fuego que quemarse. Más vale prevenir que lamentar.
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